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REACCIONES EMOCIONALES DE NIÑOS EXPUESTOS A VIOLENCIA INTERPARENTAL

EFECTOS DIRECTOS DE LA EXPOSICIÓN A LA VIOLENCIA


Los estudios muestran que los niños expuestos a violencia conyugal presentaban problemas de internalización (ansiedad, depresión, miedos) o de externalización (rabia, agresividad, fugas de casa). Estos problemas afectan a su capacidad de empatía, de interpretación de relaciones sociales, el establecimiento de relaciones interpersonales, resolución académica, e igualmente afecta a sus estudios y su integración social.


Los niños que viven en una situación de violencia familiar a menudo no hablan sobre ello y sólo puede ser detectada esta dinámica por síntomas muy sutiles. Estas respuestas de los niños se clasifican en tres áreas:


a) respuestas y actitudes acerca de la resolución del conflicto

b) transferencia de responsabilidad por la violencia

c) conocimiento y competencias para poderse confrontar con los incidentes violentos. 

Los niños que crecen en familias violentas aprenden a resolver los conflictos utilizando la violencia, considerando la violencia como una forma efectiva de mantener el control y el poder.

Estos niños pueden asumir una responsabilidad exagerada, creyendo que su comportamiento es el responsable de los conflictos parentales o que deben prevenir la violencia distrayendo al ofensor y protegiendo a la víctima

 

REACCIONES EMOCIONALES DEL NIÑO MALTRATADO


En los niños más pequeños, las consecuencias de la exposición al conflicto intraparental puede producirse en agresividad, ansiedad, baja autoestima, confusión, culpa, depresión, inseguridad, aislamiento, reacciones de evitación y vergüenza.

Muchos de los problemas emocionales de estos niños están relacionados al código de silencio impuesto, que dicta que el abuso no puede ser relevado a personas ajenas a la familia. Una de las reacciones comunes es la vergüenza por el secreto. Por esta razón no suelen traer amigos a casa y se muestran confusos al ver lo diferentes que son a vida de sus compañeros, haciéndoles sentir desprotegidos. Algunos mantienen la fantasía de que alguien descubra la situación y les salve.

El niño puede sentirse responsable de la seguridad de su madre, adaptando su vida para protegerla, es por ello que a veces reciben el diagnóstico de "fobia escolar", ya que no quieren dejar solas a sus madres.

La imprevisiblidad de los episodios violentos hace que el niño experimente ansiedad y miedo hacia el siguiente. Los niños más pequeños pueden no querer separarse de sus padres y muchos de ellos tienen innumerables miedos: a la oscuridad a dormir solo, miedo a las armas, a perder el control, etc. La inseguridad sentida perjudica la regulación de sus emociones por lo que tienen elevados niveles de reactividad emocional lo que les ocasiona dormir sobresaltados, en estado de alerta. 

La ambivalencia de sentimientos hacia los progenitores, hace que algunos puedan echar en falta a su padre y preocuparse por su bienestar, al tiempo que sienten miedo de él. Con la entrada en la adolescencia, la mezcla de sentimientos por la madre es algo que les perturba, pueden sentir simpatía y apoyo, pero se sienten resentidos y no las respetan debido a las elecciones que éstas tomaron en el pasado. 

La experiencia de exposición a la violencia afecta a la autoestima del niño y su confianza en el futuro y en los otros. Por otro lado el aislamientos de muchos de estos niños, como estrategia del ofensor para evitar el conocimiento de la situación, disminuye las oportunidades de desarrollar sus intereses extracurriculares y amistades fuera del sistema familiar.